21/10/2016
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España contempla el cambio climático como un factor potenciador de riegos y amenazas en su Estrategia de Seguridad Nacional
El pasado día 21 de septiembre de 2016, el Consejo de Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos publicó un informe sobre la incidencia del Cambio Climático sobre la seguridad nacional de los Estados Unidos. Ese mismo día, la Casa Blanca hizo público un Memorándum presidencial en el que se establecen medidas, en el ámbito del Consejo de Seguridad Nacional, para hacer frente a los desafíos que el cambio climático representa para la seguridad nacional de este país.
El Informe del Consejo Nacional de Inteligencia advierte de los riesgos que a corto plazo, cinco años, tendrá el cambio climático sobre la seguridad nacional de los Estados Unidos y hace un estudio prospectivo sobre los posibles efectos a medio plazo, veinticinco años). Este Informe concluye que el cambio climático significa un riesgo estratégico de carácter significativo, teniendo efectos en seis posibles ámbitos:
En el plazo de 90 días, el grupo de trabajo constituido deberá identificar las prioridades de los trabajos, establecer un mecanismo para que el Consejo Nacional de Inteligencia aborde los efectos del riesgo que representa al cambio climático y deberá presentar un Plan de Acción sobre el Cambio Climático y la Seguridad Nacional.
La Estrategia de Seguridad Nacional contempla el cambio climático como un factor potenciador, es decir, que pueden generar nuevos riesgos o amenazas o multiplicar y agravar sus efectos. El cambio climático puede ser considerado como el gran desafío ambiental y socioeconómico del siglo XXI. Plantea retos de gran transcendencia para la seguridad, como la escasez de agua potable, los importantes cambios en las condiciones de producción de alimentos, el incremento de la competencia por los recursos energéticos y el aumento de determinadas catástrofes naturales -inundaciones, tormentas, sequías, incendios forestales u olas de calor-.
Estos cambios ambientales también pueden exacerbar las presiones migratorias y, en consecuencia, agudizar las tensiones en las zonas de tránsito y de destino e, incluso, la fragilidad de algunos Estados. El cambio climático es un elemento clave que se puede convertir en un multiplicador de amenazas. Sin embargo, también brinda una oportunidad para definir un nuevo modelo de desarrollo más sostenible.
Por otra parte, la Estrategia de Seguridad Energética Nacional considera el cambio climático y la degradación ambiental como un reto ya que podría aumentar la inestabilidad de Estados frágiles e, incluso, de regiones enteras. El Norte de África y el Sahel se encuentran entre las regiones más vulnerables del planeta ante los efectos de un clima más extremo. La escasez de agua y las crecientes situaciones de sequía provocan la degradación de suelos y la pérdida de tierras cultivables. Muchos países pueden ver grandes zonas inundadas por la subida del nivel del mar. Estos efectos, unidos a otras múltiples tensiones, pueden acentuar la aparición de conflictos con consecuencias en el abastecimiento energético.
Además, el sector energético es altamente sensible a los efectos producidos por el cambio climático. La disminución de las precipitaciones, el aumento de las temperaturas o los cambios en el régimen de los vientos puede incidir en las pautas de la demanda de recursos y afectar al rendimiento de muchas centrales energéticas.
La Unión Europea ha integrado la política en materia de cambio climático junto a la de la energía en el llamado paquete de Energía y Cambio Climático 2020 que integra objetivos de reducción de emisiones, de energías renovables y de eficiencia energética. En este sentido, se establece una reducción del veinte por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2020 con relación a las emisiones de 1990, así como un incremento en este mismo porcentaje en la Unión Europea de la eficiencia energética y el consumo de energías renovables.
Adicionalmente, se debe considerar el marco 2030 para las políticas de la Unión Europea en materia de clima y la hoja de ruta hacia 2050, muestra de la decidida apuesta de la Unión por la sostenibilidad y la competitividad energética.
España participa de estas obligaciones con objetivos nacionales que nos obligan a alcanzar en 2020 un veinte por ciento de energías renovables en el consumo total de energía, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de los sectores difusos en un diez por ciento con respecto a 2005, así como a reducir las emisiones de instalaciones sujetas al régimen de comercio de derechos de emisión para contribuir a una reducción del veintiuno por ciento de emisiones en el conjunto de la Unión Europea con respecto a 2005, y también a mejorar la eficiencia energética.
La comprensión de los potenciales efectos del cambio climático, generando situaciones de inestabilidad que pueden desencadenar o avivar riesgos y amenazas, resulta necesaria para realizar previsiones sobre la posible evolución a medio y largo plazo del contexto estratégico de la Seguridad Nacional.
El pasado día 21 de septiembre de 2016, el Consejo de Nacional de Inteligencia de los Estados Unidos publicó un informe sobre la incidencia del Cambio Climático sobre la seguridad nacional de los Estados Unidos. Ese mismo día, la Casa Blanca hizo público un Memorándum presidencial en el que se establecen medidas, en el ámbito del Consejo de Seguridad Nacional, para hacer frente a los desafíos que el cambio climático representa para la seguridad nacional de este país.
El Informe del Consejo Nacional de Inteligencia advierte de los riesgos que a corto plazo, cinco años, tendrá el cambio climático sobre la seguridad nacional de los Estados Unidos y hace un estudio prospectivo sobre los posibles efectos a medio plazo, veinticinco años). Este Informe concluye que el cambio climático significa un riesgo estratégico de carácter significativo, teniendo efectos en seis posibles ámbitos:
- Amenazas a la estabilidad de países de interés.
- Incremento de la tensión social y económico en países de interés.
- Efectos negativos sobre la seguridad alimentaria.
- Efectos negativos sobre la seguridad sanitaria.
- Efectos negativos sobre la seguridad económica.
- Efectos potencialmente negativos no previstos.
En el plazo de 90 días, el grupo de trabajo constituido deberá identificar las prioridades de los trabajos, establecer un mecanismo para que el Consejo Nacional de Inteligencia aborde los efectos del riesgo que representa al cambio climático y deberá presentar un Plan de Acción sobre el Cambio Climático y la Seguridad Nacional.
La Estrategia de Seguridad Nacional contempla el cambio climático como un factor potenciador, es decir, que pueden generar nuevos riesgos o amenazas o multiplicar y agravar sus efectos. El cambio climático puede ser considerado como el gran desafío ambiental y socioeconómico del siglo XXI. Plantea retos de gran transcendencia para la seguridad, como la escasez de agua potable, los importantes cambios en las condiciones de producción de alimentos, el incremento de la competencia por los recursos energéticos y el aumento de determinadas catástrofes naturales -inundaciones, tormentas, sequías, incendios forestales u olas de calor-.
Estos cambios ambientales también pueden exacerbar las presiones migratorias y, en consecuencia, agudizar las tensiones en las zonas de tránsito y de destino e, incluso, la fragilidad de algunos Estados. El cambio climático es un elemento clave que se puede convertir en un multiplicador de amenazas. Sin embargo, también brinda una oportunidad para definir un nuevo modelo de desarrollo más sostenible.
Por otra parte, la Estrategia de Seguridad Energética Nacional considera el cambio climático y la degradación ambiental como un reto ya que podría aumentar la inestabilidad de Estados frágiles e, incluso, de regiones enteras. El Norte de África y el Sahel se encuentran entre las regiones más vulnerables del planeta ante los efectos de un clima más extremo. La escasez de agua y las crecientes situaciones de sequía provocan la degradación de suelos y la pérdida de tierras cultivables. Muchos países pueden ver grandes zonas inundadas por la subida del nivel del mar. Estos efectos, unidos a otras múltiples tensiones, pueden acentuar la aparición de conflictos con consecuencias en el abastecimiento energético.
Además, el sector energético es altamente sensible a los efectos producidos por el cambio climático. La disminución de las precipitaciones, el aumento de las temperaturas o los cambios en el régimen de los vientos puede incidir en las pautas de la demanda de recursos y afectar al rendimiento de muchas centrales energéticas.
La Unión Europea ha integrado la política en materia de cambio climático junto a la de la energía en el llamado paquete de Energía y Cambio Climático 2020 que integra objetivos de reducción de emisiones, de energías renovables y de eficiencia energética. En este sentido, se establece una reducción del veinte por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero en 2020 con relación a las emisiones de 1990, así como un incremento en este mismo porcentaje en la Unión Europea de la eficiencia energética y el consumo de energías renovables.
Adicionalmente, se debe considerar el marco 2030 para las políticas de la Unión Europea en materia de clima y la hoja de ruta hacia 2050, muestra de la decidida apuesta de la Unión por la sostenibilidad y la competitividad energética.
España participa de estas obligaciones con objetivos nacionales que nos obligan a alcanzar en 2020 un veinte por ciento de energías renovables en el consumo total de energía, a reducir las emisiones de gases de efecto invernadero de los sectores difusos en un diez por ciento con respecto a 2005, así como a reducir las emisiones de instalaciones sujetas al régimen de comercio de derechos de emisión para contribuir a una reducción del veintiuno por ciento de emisiones en el conjunto de la Unión Europea con respecto a 2005, y también a mejorar la eficiencia energética.
La comprensión de los potenciales efectos del cambio climático, generando situaciones de inestabilidad que pueden desencadenar o avivar riesgos y amenazas, resulta necesaria para realizar previsiones sobre la posible evolución a medio y largo plazo del contexto estratégico de la Seguridad Nacional.