Reintegración regional del régimen sirio
19 mayo de 2023
Actualización 21 de mayo 2023
Tras doce años de aislamiento político y económico, la República Árabe de Siria se acerca, cada vez más, a la reintegración regional, después de un largo proceso de normalización de sus relaciones diplomáticas con los países árabes, que ha alcanzado un nuevo hito con su reciente readmisión en la Liga Árabe.
Contexto: guerra civil y marginación
Desde el estallido de la guerra civil en 2011, Siria había permanecido aislada de los países de la región —incluidos los estados miembros del Consejo de Cooperación del Golfo (CCG)— que mostraron su total rechazo a la represión violenta del presidente Bashar al-Ássad contra las protestas sociales. Por entonces, el régimen sirio se mostró contrario a la solicitud de sus vecinos regionales: introducir reformas políticas y sociales y detener la escalada militar, lo que provocó su suspensión de la Liga Árabe (2011) y de la Organización de Cooperación Islámica (2012), así como la retirada de los embajadores de Damasco de muchos países árabes.
Por otro lado, después de la Cumbre Árabe celebrada en Doha en 2013, la Liga Árabe autorizó a armar a la oposición contra el régimen y otorgó a la Coalición Nacional Siria los escaños de Damasco en la Liga Árabe. Además, EEUU y la mayoría de los estados occidentales rompieron sus lazos diplomáticos con el régimen sirio y abogaron por un acuerdo político como único camino para renovar las relaciones. A pesar del mayoritario rechazo internacional, Irán y Rusia mantuvieron su respaldo al régimen de al-Ássad, del que se convirtieron en sus principales valedores.
Guerra civil y terrorismo
En 2011, lo que comenzó como protestas contra el régimen del presidente al-Ássad —en el contexto de las denominadas “primaveras árabes”— se transformó en una guerra nacional a gran escala entre el gobierno sirio, respaldado por Rusia e Irán, y distintos grupos rebeldes antigubernamentales, respaldados por EEUU, Arabia Saudí, Turquía y otros países de la región. Además, en 2013, el autodenominado Estado Islámico (ISIS) expandió su actividad terrorista desde Iraq hasta llegar a controlar también parte del territorio sirio. Desde entonces, tres frentes de conflictividad coexistían en el escenario sirio: los esfuerzos de la coalición internacional para derrotar a ISIS, los enfrentamientos armados entre las fuerzas de oposición y el gobierno sirio —condenado internacionalmente, entre otras muchas razones, por el uso de armas químicas—, y las operaciones militares de Turquía contra los kurdos sirios en el norte del país, que se unieron a la oposición interna contra el gobierno de al-Ássad y el Ejército libre sirio.
A su vez, la ONU lideró sin éxito los esfuerzos diplomáticos para llegar a una resolución política del conflicto. Al tiempo, y como vía paralela a la mediación de la ONU, Siria, Rusia, Irán y Turquía iniciaron el llamado «Proceso de Astaná» que dio como resultado un acuerdo de alto el fuego y el establecimiento de cuatro zonas de distensión, aunque nunca se cumplió en su totalidad, y la paz no se hizo efectiva en todo el territorio.
Con todo, después de un largo enfrentamiento armado, el régimen de al-Ássad —con el apoyo ruso-iraní— recuperó progresivamente el control del territorio, incluido el bastión de la oposición en Alepo (2016); mientras que, actualmente, las fuerzas rebeldes sólo mantienen un control limitado en Idlib (noroeste de Siria) y en la frontera con Irak.
Normalización de las relaciones
En diciembre de 2018, el entonces presidente de EEUU, Donald Trump, anunció la retirada parcial de sus tropas presentes en Siria, lo que marcó un punto de inflexión en la normalización de las relaciones. Como consecuencia, algunos países iniciaron un acercamiento diplomático a Siria; y se activó un proceso de rehabilitación del régimen sirio, encabezado por los Emiratos Árabes Unidos que reabrieron su embajada en Siria, al que después se unieron, entre otros países árabes, Jordania y Bahrein. Juntos optaron por normalizar progresivamente sus relaciones con Damasco.
Este impulso diplomático se aceleró exponencialmente durante 2022, especialmente tras el terremoto de febrero en Siria, que permitió a sus vecinos regionales volver a conectarse con el régimen a través de la entrega de ayuda humanitaria. Más recientemente, en el pasado abril, el acercamiento entre Damasco y Riad marcó otro importante punto de inflexión para los estados árabes del Golfo, en especial porque Arabia Saudí había sido el gran respaldo a la oposición siria; y también por el acuerdo histórico para reactivar los lazos entre Arabia Saudí e Irán, que fue un patrocinador clave del régimen de al-Ássad.
Finalmente, el pasado 7 de mayo, los ministros de Relaciones Exteriores de los países de la Liga Árabe decidieron, en una reunión extraordinaria, restaurar la membresía de Siria en esta organización internacional, después de una década de suspensión. Por otro lado, en los últimos días, también Turquía —bajo la mediación de Rusia e Irán— se ha comprometido a elaborar una hoja ruta hacia la normalización de las relaciones bilaterales con Siria. No obstante, el gobierno sirio ha subrayado que, previamente, es necesario poner fin a la ocupación turca de los territorios sirios, así como asegurar la retirada de todas las fuerzas extranjeras que, de forma ilegal, está aún presentes en el país.
A pesar de estos avances, algunos países árabes como Qatar, Kuwait o Marruecos mantienen su oposición al régimen de al-Ássad mientras no haya mejoras sustanciales dentro de Siria. Igualmente, EEUU y la mayoría de los estados europeos se mantienen firmes en su postura de que un acuerdo político negociado es una condición ineludible para restablecer las relaciones con el gobierno sirio.
Condiciones para la reintegración regional
En respuesta a esta apertura diplomática, Siria deberá hacer frente a una serie de demandas para avanzar en la normalización de sus relaciones regionales. Por su parte, Jordania, junto con otros países árabes, está preparando una propuesta para solicitar a Damasco que dé solución a problemas clave de seguridad generados por el conflicto a nivel regional, como el retorno de refugiados, el contrabando de drogas y las milicias armadas afines al régimen sirio. Además, también reclama garantías de que los extremistas islámicos del noroeste sirio no extenderán su control territorial.
En conclusión, si bien la nueva ruta hacia la normalización de las relaciones del régimen de al-Ássad con los países de la Liga Árabe es un avance significativo hacia la paz y la estabilidad regional, aún es pronto para determinar su efecto real sobre el futuro de la población siria, que ha sufrido más de una década de guerra civil, violencia estatal y militancia extremista.