Níger: Amenaza Yihadista y reacción política y social
17 de diciembre 2021
Desde 2015, Níger —por el aumento de la presencia de grupos armados y milicias yihadistas procedentes, en muchas ocasiones, de sus países vecinos— sufre un deterioro constante de sus niveles de seguridad. Una situación que ha derivado en una profunda crisis humanitaria —la mitad de la población (diez millones) viven en la pobreza extrema y casi cuatro millones de personas necesitan asistencia— que, junto a la debilidad de las instituciones estatales, ha mantenido a Níger como el último país del Índice de Desarrollo Humano durante los últimos cuatro años, según la clasificación elaborada por la ONU.
Hoy, la violencia y el terror yihadista marcan el devenir de este país africano, sin que —por el momento— se consiga frenar su expansión, a pesar del importante esfuerzo local, regional e internacional desplegado en Níger. En la actualidad, y respecto al ámbito geográfico, los dos focos principales de terrorismo yihadista en el Sahel —la triple frontera Mali, Burkina Faso y Níger, y el Lago Chad— alcanzan territorio nigerino: unas zonas que viven en un permanente y prorrogado estado de urgencia decretado por la Asamblea Nacional.
Lindando con Mali y Burkina Faso, la región nigerina de Tillaberi —en el suroeste del país— sufre la expansión y recrudecimiento la violencia yihadista, liderada por el autoproclamado Estado Islámico en el Gran Sáhara (EIGS), que masacra de forma indiscriminada a la población civil, incluidos los llamados grupos de autodefensa. Desde hace meses, han surgidos estas milicias armadas de carácter comunitario que pretenden garantizar la seguridad de sus poblaciones frente a los yihadistas, pero que al tiempo alimentan los enfrentamientos y las tensiones étnicas. Desde el exterior, se advierte del peligro que supone este escenario, ya que la existencia de estas milicias agravará la situación de seguridad del país. Por ello, la alta representante de la ONU para los Derechos Humanos, durante su visita oficial a Níger, instó al gobierno a tomar medidas para desalentar su formación a través de una mayor presencia del Estado y de la prevalencia de la justicia en todo su territorio de soberanía.
Por otro lado, y como segunda zona más violenta en Níger, la región de Diffa —en el sureste, que comprende las estribaciones más septentrionales del Lago Chad y es fronteriza con Chad y Nigeria— sigue sufriendo unos altos niveles de inseguridad, debido al terror yihadista, especialmente del autodenominado Estado Islámico en la Provincia de África Occidental (ISWAP) y de Boko Haram. En este contexto, la Fuerza Multinacional Conjunta (MNJTF, por sus siglas en inglés) —formada con militares de Chad, Níger, Nigeria, Camerún y Benin— no ha conseguido erradicar tanta violencia de forma definitiva, y aun hoy —con menos intensidad que en tiempos pretéritos— sigue condicionando la supervivencia de los habitantes de Diffa. Así, como señala el Centro de Diálogo Humanitario, los yihadistas han provocado el desplazamiento forzoso de gran parte de la población, «lo que hace imposible que exploten sus tierras agrícolas y de pastoreo», se acrecientan los conflictos intercomunitarios por el reparto de los recursos naturales y, como consecuencia, «aumentan las tensiones entre las comunidades de acogida y las poblaciones de refugiados o desplazados».
Situación política y social
A principios de 2021, la población nigerina celebró elecciones presidenciales que, a pesar de varios incidentes violentos, las protestas en contra de los resultados y de un intento de golpe de Estado dos días antes de la investidura, sellaron la alternancia democrática. Mohamed Bazoum, candidato del partido gobernante, ganó las elecciones y tomó posesión como presidente de Níger el 3 de abril, para ponerse al frente de un país hundido en el caos y la violencia generalizada que —como señaló en su investidura— es «la principal preocupación de Níger»
Desde entonces, y lejos de mejorar, la situación de seguridad se ha deteriorado aún más. Como en Burkina Faso, esta degradación ha incrementado la tensión social, que se exterioriza en forma de movilizaciones y protestas. A finales de noviembre, se produjeron manifestaciones en Níger en contra del paso de un convoy francés, que había estado previamente paralizado en Burkina Faso, durante las cuales murieron al menos dos personas. Tras esta manifestación, el presidente anunció cambios en su Gobierno, que incluyeron el relevo de varios ministros, entre ellos el de Interior; además de reconocer expresamente el apoyo y los sacrificios de Francia por la paz en Níger y en todo el Sahel.
Sin embargo, estas medidas no fueron suficientes para calmar el creciente desencanto de la población con sus dirigentes. A principios de diciembre, se produjo también una manifestación contra la presencia de bases militares extranjeras en la capital que, aunque había sido prohibida por el ayuntamiento, fue finalmente autorizada por la justicia. En la ya citada visita al país, la alta representante de la ONU recordó que «las reuniones pacíficas crean oportunidades para la resolución inclusiva, participativa y pacífica de las controversias. En medio de una situación tan compleja, es particularmente importante que el gobierno facilite el ejercicio de las libertades de expresión, opinión y reunión pacífica».
Finalmente, en su último discurso en el Foro Internacional sobre la Paz y la Seguridad celebrado en Dakar el pasado 6 de diciembre, el presidente Bazoum se refirió a la situación de inseguridad en el Sahel, y reconoció que los grupos terroristas tienen ventaja respecto a las fuerzas armadas nacionales, ya que se benefician de los avances tecnológicos, reciben armamento de Libia y tienen gran movilidad en un terreno sin infraestructura; además de contar con un gran «conocimiento del terreno, así como de su forma de vida» y un mayor a acceso a recursos financieros, que consiguen —entre otras vías— a través «del robo de ganado a gran escala e impuestos a los que someten sistemáticamente a todas las poblaciones». Ante «este contexto lleno de peligros», concluía el presidente, «los Estados del Sahel deben desarrollar una estrategia militar adaptada a los desafíos consistentes en el uso de técnicas y medios que puedan hacer que la guerra sea lo menos asimétrica posible», y contar con un mayor apoyo externo «centrado en la inteligencia, el apoyo aéreo y el desarrollo de capacidades para sus ejércitos».
Amenaza yihadista en Níger