23/11/2021
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Etiopía: Conflicto Bélico y Mediación Regional e Internacional
23 de noviembre 2021
En noviembre de 2020, el primer ministro de Etiopía, Ahmed Abiy, ordenó una ofensiva militar en represalia por el ataque a una base del Ejército nacional en Mekelle —capital de la región noroeste de Tigray—, tras años de tensiones políticas con el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF) y, en los últimos tiempos, por el continuo aplazamiento de las elecciones parlamentarias, que finalmente se celebraron el pasado junio. En ellas, Abiy logró una victoria aplastante para emprender su segundo mandato, a pesar de los llamamientos al boicot y la no celebración de los comicios en varias zonas —entre ellas, Tigray— por la inseguridad. Entre los que boicotearon el proceso electoral, cobran especial importancia los dos grandes partidos opositores de la región de Oromía, la más poblada de Etiopía y donde habitan los oromos: primer grupo étnico del país, al que pertenece el primer ministro Abiy. Desde el inicio de la rebelión armada en Tigray, los oromos han hecho causa común con el TPLF en su intención de derrocar al actual gobierno.
Aunque las elecciones han sido la espita que finalmente ha encendido la guerra en Tigray —extendida a las regiones limítrofes—, la tensión política ha estado presente en el devenir nacional desde 2018, cuando Abiy se convirtió (por decisión interna) en el líder del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF): una coalición nacional de partidos encabezada, hasta entonces, por el TPLF. Desde entonces, y tras vencer de forma aplastante en las urnas (abril 2018), el primer ministro Abiy ha emprendido un programa reformista —tan ambicioso como arriesgado— que, entre otros muchos aspectos, pretendía revertir el poder absoluto y represivo que el TPLF —partido de ideología etnonacionalista— había detentado desde 1991. Sin embargo, el ascendente y la presencia del TPLF en las instituciones —en especial, dentro de las fuerzas armadas— ha provocado que el enfrentamiento directo y la lucha armada hayan estado sobrevolando, por años, en la disputa política, hasta que estalló de forma violenta en noviembre de 2020 y, desde entonces, la situación no ha dejado de agravarse.
Situación actual del conflicto. Crisis humanitaria
A pesar de la ausencia de información fidedigna por la prohibición del acceso a la zona en conflicto, la situación de seguridad en el norte es alarmante y el conflicto se ha expandido de forma masiva por la región de Amhara. Según Naciones Unidas, el conflicto ha generado una extraordinaria crisis humanitaria: miles de muertos, dos millones de desplazamientos internos y 100.000 refugiados y hasta 20 millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Por otro lado, el Secretario General de Naciones Unidas exige la liberación inmediata de los funcionarios de la organización (algunos ya liberados), además de denunciar arrestos y detenciones arbitrarias, violación de derechos humanos y ataques étnicos por todas las partes en conflicto.
En cuanto a la evolución del conflicto, destacan los siguientes aspectos:
Toda la comunidad internacional, y especialmente los líderes regionales, centran sus esfuerzos en alcanzar un cese inmediato del fuego y una salida negociada al conflicto. Pese a ello, el gobierno etíope sigue obstinado en frenar el conflicto por medios militares antes de entablar cualquier conversación de paz; y también el TPLF, que se reunió con el alto representante de la Unión Africana para el Cuerno de África, Olusegun Obasanjo, para que «entendiese por qué el grupo está interesado en continuar con su guerra contra el gobierno», aunque —por primera vez— se ha mostrado dispuesto a buscar una solución duradera.
En su labor de mediación para frenar el conflicto, la Unión Africana sigue llamando —aún sin éxito— a los líderes de todas las partes a que pongan fin a sus ofensivas militares porque «la guerra representa un fracaso de la política. Por tanto, el diálogo sigue siendo la única vía fiable y sostenible hacia la paz. No existe una solución militar al conflicto y la victoria en el campo de batalla no puede garantizar la estabilidad política en Etiopía».
En el ámbito internacional, los 15 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no llegaron a un acuerdo —auspiciado por Irlanda— sobre la adopción de una declaración pidiendo un alto el fuego en Tigray, ya que fue rechazado por China y Rusia. El borrador pedía «un acceso humanitario sin obstáculos, el fin de las hostilidades y el lanzamiento de un diálogo nacional integral».
23 de noviembre 2021
En noviembre de 2020, el primer ministro de Etiopía, Ahmed Abiy, ordenó una ofensiva militar en represalia por el ataque a una base del Ejército nacional en Mekelle —capital de la región noroeste de Tigray—, tras años de tensiones políticas con el Frente Popular de Liberación de Tigray (TPLF) y, en los últimos tiempos, por el continuo aplazamiento de las elecciones parlamentarias, que finalmente se celebraron el pasado junio. En ellas, Abiy logró una victoria aplastante para emprender su segundo mandato, a pesar de los llamamientos al boicot y la no celebración de los comicios en varias zonas —entre ellas, Tigray— por la inseguridad. Entre los que boicotearon el proceso electoral, cobran especial importancia los dos grandes partidos opositores de la región de Oromía, la más poblada de Etiopía y donde habitan los oromos: primer grupo étnico del país, al que pertenece el primer ministro Abiy. Desde el inicio de la rebelión armada en Tigray, los oromos han hecho causa común con el TPLF en su intención de derrocar al actual gobierno.
Aunque las elecciones han sido la espita que finalmente ha encendido la guerra en Tigray —extendida a las regiones limítrofes—, la tensión política ha estado presente en el devenir nacional desde 2018, cuando Abiy se convirtió (por decisión interna) en el líder del Frente Democrático Revolucionario del Pueblo Etíope (EPRDF): una coalición nacional de partidos encabezada, hasta entonces, por el TPLF. Desde entonces, y tras vencer de forma aplastante en las urnas (abril 2018), el primer ministro Abiy ha emprendido un programa reformista —tan ambicioso como arriesgado— que, entre otros muchos aspectos, pretendía revertir el poder absoluto y represivo que el TPLF —partido de ideología etnonacionalista— había detentado desde 1991. Sin embargo, el ascendente y la presencia del TPLF en las instituciones —en especial, dentro de las fuerzas armadas— ha provocado que el enfrentamiento directo y la lucha armada hayan estado sobrevolando, por años, en la disputa política, hasta que estalló de forma violenta en noviembre de 2020 y, desde entonces, la situación no ha dejado de agravarse.
Situación actual del conflicto. Crisis humanitaria
A pesar de la ausencia de información fidedigna por la prohibición del acceso a la zona en conflicto, la situación de seguridad en el norte es alarmante y el conflicto se ha expandido de forma masiva por la región de Amhara. Según Naciones Unidas, el conflicto ha generado una extraordinaria crisis humanitaria: miles de muertos, dos millones de desplazamientos internos y 100.000 refugiados y hasta 20 millones de personas necesitan ayuda humanitaria. Por otro lado, el Secretario General de Naciones Unidas exige la liberación inmediata de los funcionarios de la organización (algunos ya liberados), además de denunciar arrestos y detenciones arbitrarias, violación de derechos humanos y ataques étnicos por todas las partes en conflicto.
En cuanto a la evolución del conflicto, destacan los siguientes aspectos:
- Las fuerzas del TPLF, con el apoyo de otros ocho grupos armados —entre ellos, el Frente de Liberación de Oromo (OLF)—, mantienen su amenaza de alcanzar la capital. Ambos grupos (TPLF y OLF) han anunciado la captura de Shewa Robit, una ciudad altamente estratégica de la región septentrional de Amhara, y que avanzan hacia Debre Birhan, que está a tan solo 100 km de Addis Abeba.
- La guerra se sigue librando, por el momento, en la región de Amhara, epicentro industrial de Etiopía y una de sus zonas más prósperas. Según las autoridades locales, tardará más de 30 años en recuperarse del impacto del conflicto.
- Continúan las restricciones del gobierno a los vuelos sobre Tigray, que impide la entrada de alimentos, medicina u otra ayuda humanitaria en la zona.
- El TPLF denuncia ataques de las fuerzas gubernamentales con drones contra zonas residenciales en Tigray; mientras que Estados Unidos advierte de que los aviones civiles en Addis Abeba pueden verse afectados por disparos de «armas terrestres y/o fuego tierra-aire».
- Muchos países occidentales —entre ellos, Estados Unidos y Reino Unido— siguen aconsejando a sus nacionales abandonar el país cuanto antes.
Toda la comunidad internacional, y especialmente los líderes regionales, centran sus esfuerzos en alcanzar un cese inmediato del fuego y una salida negociada al conflicto. Pese a ello, el gobierno etíope sigue obstinado en frenar el conflicto por medios militares antes de entablar cualquier conversación de paz; y también el TPLF, que se reunió con el alto representante de la Unión Africana para el Cuerno de África, Olusegun Obasanjo, para que «entendiese por qué el grupo está interesado en continuar con su guerra contra el gobierno», aunque —por primera vez— se ha mostrado dispuesto a buscar una solución duradera.
En su labor de mediación para frenar el conflicto, la Unión Africana sigue llamando —aún sin éxito— a los líderes de todas las partes a que pongan fin a sus ofensivas militares porque «la guerra representa un fracaso de la política. Por tanto, el diálogo sigue siendo la única vía fiable y sostenible hacia la paz. No existe una solución militar al conflicto y la victoria en el campo de batalla no puede garantizar la estabilidad política en Etiopía».
En el ámbito internacional, los 15 miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas no llegaron a un acuerdo —auspiciado por Irlanda— sobre la adopción de una declaración pidiendo un alto el fuego en Tigray, ya que fue rechazado por China y Rusia. El borrador pedía «un acceso humanitario sin obstáculos, el fin de las hostilidades y el lanzamiento de un diálogo nacional integral».