Informe SIGAR: Elementos clave que contribuyeron a la caída del gobierno afgano
4 diciembre de 2022
Después de una rápida ofensiva, el 15 de agosto de 2021 la insurgencia talibana derrocó al gobierno de la República Islámica de Afganistán, que colapsó con la huida del ex presidente Ghani y la toma de control de Kabul por la milicia talibán, prácticamente sin resistencia.
La oficina del Inspector General Especial para la Reconstrucción de Afganistán (SIGAR) —el organismo encargado de examinar la inversión de EEUU en el devastado país— examinó en su último informe los factores que contribuyeron a la disolución del antiguo gobierno afgano, así como el grado en que los esfuerzos de reconstrucción estadounidenses habían alcanzado el objetivo que se habían propuesto inicialmente: crear un gobierno estable, representativo y democrático.
Seis factores determinantes del colapso del gobierno afgano
En este ejercicio de reflexión, el SIGAR identificó seis factores clave que determinaron el colapso del anterior gobierno:
Primer factor: el gobierno afgano no supo valorar las consecuencias de la marcha definitiva de los EEUU en 2021, lo que resultó en una falta de preparación para gestionar la lucha contra los talibanes en solitario. No obstante, y en descargo del gobierno afgano, el SIGAR señala que las acciones vacilantes de las distintas administraciones estadounidenses —unido a la cambiante situación de seguridad— retrasaron la salida, a pesar de la intención inequívoca de larga data de abandonar Afganistán.
Segundo factor: la exclusión del gobierno afgano de las conversaciones entre EEUU y los talibanes debilitaron y minaron la posición gubernamental. Como explica el informe, la ausencia de las autoridades gubernamentales en las conversaciones estaba justificada por la exigencia previa de los talibanes de negociar previamente con EEUU de forma directa. La administración estadounidense accedió a la demanda con la esperanza de que esta negociación bilateral preparase el escenario para un proceso de paz intra-afgano. No obstante, el efecto fue el contrario, ya que los talibanes incrementaron sus ataques tras la firma de los acuerdos de Doha.
Tercer factor: la insistencia del gobierno afgano de integrar de forma efectiva a los talibanes en la República Islámica dificultó el progreso de las negociaciones de paz. A pesar de los altos índices de violencia y de fuerza de la insurgencia, el imaginario político del gobierno afgano consideraba aún posible la integración de los talibanes bajo el paraguas del régimen republicano. Sin embargo, una vez que se había acordado en Doha la fecha de salida definitiva de EEUU de Afganistán, los talibanes no tenían ya ningún incentivo para comprometerse con el gobierno afgano.
Cuarto factor: la falta de disposición de los talibanes a comprometerse con el gobierno afgano. En este sentido, SIGAR afirma que el acuerdo entre EEUU y los talibanes «envalentonó al grupo insurgente», que se centró —cada vez más— en derrotar al gobierno porque confiaba en que podría lograr la victoria militar. Con este objetivo, y desde el inicio de las negociaciones, el grupo insurgente talibán aumentó sus ataques y aceleró el ritmo a medida que ganaba terreno.
Quinto factor: la gobernanza implantada por el ex presidente afgano Ashraf Ghani, al que describe «como un líder que ignoraba en gran medida la realidad que enfrentaba el país que dirigía». Como recoge el SIGAR, gobernó a través de un círculo estrecho y selectivo de personas leales, lo que desestabilizó a su propio gobierno en un momento crítico. Asimismo, el enfoque asertivo y poco diplomático del presidente, junto a su aislamiento político y social y su deseo de centralizar y micro gestionar las políticas, habría influido significativamente en el colapso del país. Especialmente, el informe subraya las dos consecuencias más lesivas de su forma de gobernar: socavó el apoyo de grupos de poder y electores que se sentían menospreciados; y limitó la visión del presidente respecto a información crítica sobre su liderazgo.
Sexto factor: el alto nivel de centralización, la corrupción endémica y la falta de legitimidad del gobierno afgano. Por un lado, el informe subraya que la centralización y la concentración de poderes en el presidente reavivaron las tensiones entre la élite urbana —ansiosa por modernizarse— y la población rural conservadora que desconfiaba del gobierno. Por otro, esta centralización, unida a la corrupción endémica y al fraude electoral, agravó la falta de legitimidad del gobierno.
Evaluación de los logros de EEUU
Junto a esta evaluación de los principales factores que precipitaron la caída del gobierno, el SIGAR realiza un ejercicio de autocrítica sobre el grado de consecución de los objetivos que EEUU pretendía inicialmente. En este sentido, el informe extrae cuatro conclusiones:
- EEUU fracasó en lograr su objetivo de construir instituciones de gobierno afganas estables, democráticas, representativas, sensibles al género y responsables.
- EEUU no enfrentó una lucha integral contra la corrupción endémica en Afganistán, pues ésta requería de la cooperación de las élites afganas, cuyo poder dependía de las propias estructuras de corrupción. Igualmente, el gobierno estadounidense no consiguió legitimar al gobierno afgano a través de las elecciones democráticas —empañadas por el fraude—, que no supervisó ni evaluó adecuadamente, y tampoco apreció la complejidad de la economía política afgana.
- Los esfuerzos para desarrollar el capital humano y la capacidad institucional han dado cierto resultado positivo, pues varias organizaciones gubernamentales afganas aún persisten.
- Por último, también continúan elementos residuales del gobierno afgano que siguen funcionando, aunque su sostenibilidad a largo plazo sea incierta.
Conclusión final del informe
A pesar del esfuerzo e inversión estadounidense durante más de dos décadas, SIGAR concluye su informe subrayando que: «la situación en Afganistán, tras la disolución del gobierno, dista significativamente de lo que EEUU pretendía ayudar a crear». En este sentido, describe al régimen actual como «una decepción», pues está liderado solo por talibanes, sin representación del gobierno anterior ni de las minorías, exclusivamente masculino y con un reconocido terrorista como ministro de Interior.
Por todo ello, sumado al balance de pérdidas de vidas humanas tanto militares como civiles, afganas y estadounidenses, además de la enorme inversión económica, el SIGAR adelanta una lección aprendida: cualquier misión futura de reconstrucción de EEUU similar en escala y ambición a la de Afganistán será difícil, costosa y con la posibilidad real de resultar en un gobierno desfavorable.