Introducción
El 25 de marzo de 2017 se cumplen 60 años desde la firma del Tratado de Roma, un acuerdo que supone un hito en la historia contemporánea por cuanto introdujo la cooperación económica entre los miembros de la entonces existente Comunidad Europea del Carbón y del Acero, una organización que se concibe como el germen institucional de la actual Unión Europea.
Unida en la diversidad
Desde una perspectiva histórica, la materialización y la protección de un patrimonio europeo conformado por los valores del respeto de la dignidad humana, la libertad, la democracia, la igualdad, el Estado de Derecho y el respeto de los derechos humanos, incluidos los derechos de las personas pertenecientes a minorías se puede calificar como un proceso de éxito, no exento de dificultades.
El origen de la Unión Europea, tal y como hoy la conocemos, se puede situar en el fin de la Segunda Guerra Mundial, momento que supuso el surgimiento de un cambio de panorama radical: los países del territorio que había servido como escenario bélico, de enfrentamiento y destrucción se unirían ante una visión compartida y una esperanza de garantizar el Estado de Derecho, la igualdad y la prosperidad.
La creación, en 1951, de la Comunidad Europea del Carbón y del Acero marcaba la apertura de un mercado común entre Bélgica, la República Federal de Alemania, Francia, Italia y Luxemburgo para el carbón y el acero que, poco después, el 25 de marzo de 1957, con los Tratados de Roma y la transformación en la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM) y una Comunidad Económica Europea , se extendería a toda una gama de bienes y servicios, y marcarían el inicio de un camino de ampliación tanto en cuanto al espectro de libertades (movimiento de bienes, servicios, personas y capitales) como en lo que respecta al número de países hasta llegar a los 28 actuales.
La adhesión de España a la Comunidad Europea, que se produce en el año 1986, se puede concebir como un proceso de apertura internacional política y económica de un país cuya historia, tradición y geografía lo sitúan de forma natural y lógica en el entorno europeo y occidental.
Firma del tratado de adhesión de España
Fuente: Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación.
Se trata de una época de nuestra historia reciente caracterizada por la fuerte transformación del mapa geopolítico que traería el final de la guerra fría y en la que confluyen varios factores altamente significativos: la caída del muro de Berlín en 1989 supuso la unificación de Alemania y la llegada de la democracia a los países de Europa Central y Oriental; la consecuente ampliación hacia el Este de la Comunidad Europea con los procesos de adhesión experimentados en la década de los noventa reduciría el radio de influencia de una Unión Soviética que dejó de existir como tal en 1991; la entrada en vigor ese mismo del Tratado de Maachtricht trajo consigo una significativa transformación institucional, con la creación de una propiamente denominada Unión Europea en la que al sistema comunitario existente hasta la fecha se le unía la cooperación intergubernamental en ámbitos tales como la política exterior y la seguridad.
Uno de los aspectos más significativos que trajo el Tratado de Maachtricht fue la consideración de “ciudadano de la Unión Europea”, definida como toda aquella persona que ostente la nacionalidad de un estado miembro. En otras palabras, los españoles somos ciudadanos Europeos con derecho a viajar, trabajar y residir en todo el ámbito de la Unión Europea.
El avance tecnológico también juega un papel destacado en la década de los noventa, con la Unión Europea configurada, junto a los Estados Unidos, como líder a nivel mundial.
En el plano económico, el 1 de enero de 2002, el euro sustituiría a la peseta en nuestro país, y a tantas otras monedas en demás países, al entrar en circulación la moneda única y convirtiéndose en cambio referencial a nivel mundial junto al dólar estadounidense o el yen japonés.
Tras el proyecto rechazado de Constitución Europea de 2004 en Francia y Holanda por sendos referéndums nacionales, la entrada en vigor del Tratado de Lisboa, el 1 de diciembre de 2009, que supone la culminación de un largo proceso de reforma institucional que contempla una estructura única de la Unión Europea, abandonando los hasta entonces tradicionales pilares comunitario (Comunidad Europea) y los dos pilares extracomunitarios, Política Exterior y de Seguridad Común y Cooperación Policial y Judicial en materia Penal.
Espacios móviles y multidimensionales
No resulta sencillo dar una definición conceptual de la Unión Europea, algo que se adentra en la dimensión de las ideas y los valores y va más allá de lo geográfico, lo económico y lo institucional.
Así, el Tratado de Lisboa, en su artículo 3, contempla la Unión como un espacio de libertad, seguridad y justicia sin fronteras interiores, en el que esté garantizada la libre circulación de personas conjuntamente con medidas adecuadas en materia de control de las fronteras exteriores, asilo, inmigración y de prevención y lucha contra la delincuencia.
Este planteamiento identitario basado en valores que, frente a la heterogeneidad, plantea una unión de ideales compartidos, no resulta de fácil asimilación por cuanto son varias las dimensiones las que plantean complejidad añadida este asunto.
En primer lugar, la movilidad de la geografía y la frontera de la Unión Europea. Desde el comienzo del proyecto de integración, en 1951, hasta hoy en día, el mapa de la Unión Europea ha pasado de 6 a 28 -1 Estados miembros si tenemos en cuenta la inminente activación del artículo 50 del Tratado de Lisboa por parte de Reino Unido para abandonar la Unión Europea. Además de la variabilidad de la geografía política de la Unión, el hecho de que determinados países europeos no formen parte de la organización plantea una heterogeneidad cartográfica que atiende, sin duda alguna, a motivos históricos y de cultura estratégica de cada país muy razonables, pero que levanta interrogantes. ¿Acaso Noruega, o Suiza, por ejemplo, no comparten los ideales de libertad, democracia y respeto a los derechos humanos?
En la dimensión social nos encontramos con un espacio Schengen, de libre circulación de personas, del que forman parte 23 países de la Unión Europea (entre los que se encuentra España). Es decir, cinco Estados miembro de la Unión Europea (Bulgaria, Chipre, Irlanda, Reino Unido y Rumanía) no participan en este espacio común.
De forma paralela, en el terreno económico, lo mismo se puede decir con respecto al mercado interior y la zona euro, de la que forman parte diecinueve Estados. Dinamarca y Reino Unido optaron en su día por la exclusión, y Bulgaria, Croacia, Chequia, Hungría, Polonia, Rumanía y Suecia todavía no han adoptado el euro como moneda propia.
De forma complementaria a estas variables de carácter físico se encuentras otras, de corte más sociológico. En este sentido, resulta interesante contemplar en análisis que proporciona el eurobarómetro con respecto al sentimiento europeo. Según su última edición publicada, correspondiente al otoño de 2016, el 67% de los europeos se siente ciudadano de Europa. El 69% considera que el Tratado de Roma es un evento positivo en la historia de Europa y el 66% considera que la Unión Europea es un espacio de estabilidad en un mundo turbulento.
Figura: Resultados del eurobarómetro de otoño 2016 a la pregunta “¿se siente usted ciudadano de la Unión Europea?
El proceso de “smartización” de la seguridad europea
La Unión Europea cobra personalidad jurídica propia y capacidad de representación única a partir del Tratado de Lisboa con la entrada en vigor del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE) el 1 de diciembre de 2009. Se puede concebir esta fecha como hito y punto de partida de la Unión Europea para formalizar su relación institucional con las Naciones Unidas como organización internacional, al margen de su estatus de observador desde 1974.
Este hito supuso en gran paso adelante, entre otros ámbitos, en la política exterior y de seguridad de la Unión Europea, con la creación del Servicio Exterior y de la figura de la Alta Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y de Seguridad.
La Unión Europea ha sido considerada como un actor internacional de gran relevancia en los dominios normativo, diplomático y económico. Así, empleando la terminología del profesor Joseph Nye, la Unión podría ser calificada como un actor que hace uso del “soft power”.
Sin embargo, un análisis muestra como la Unión Europea dedica un esfuerzo y recursos considerables a la conducción de operaciones civiles y militares en el exterior.
Misiones de la UE en el exterior
Fuente : Unión Europea
El debate acerca de si la Unión Europea es un actor internacional que hace uso en su estrategia del denominado “smart power”, no resulta novedoso. Esta denominación, atribuida genéricamente al profesor Joseph Nye como la combinación de los poderes “hard” y “soft”, o de otra forma, al empleo combinado de la diplomacia y al uso de la fuerza, ofrece un marco de referencia que ayuda a comprender la mayor involucración de la Unión Europea considerada tradicionalmente como una potencia económica normativa y económica, en operaciones civiles y militares, factor destacable a partir de la creación del Servicio Exterior.
La Unión Europea ha desarrollado varias operaciones en el exterior en diversos países en tres continentes (Europa, África y Asia), como parte de su Política Común de Defensa y Seguridad. Actualmente hay en curso quince misiones en el exterior. España, tal y como refleja el Informe Anual de Seguridad Nacional, es uno de los máximos contribuyentes.
Les recuerdo que nuestro país ha participado en todas las misiones militares lanzadas por la Unión Europea, incluidas las seis actuales. Pero, además, creemos que éste es un ámbito en el que se puede y se debe avanzar mucho más, porque la situación internacional así lo exige.
Mariano Rajoy
España en el modelo europeo de presente y futuro
La historia de España, nuestra geografía, pero más importante aún, nuestra forma de concebir el mundo en el que vivimos, nos sitúan en una comunidad de valores, de prosperidad y de seguridad que hoy en día se llama Unión Europea.
Esta idea sirve de base para pensar en Estaña, la cuarta economía europea y la de mayor crecimiento, con el 10,44% de la población de la Unión Europea a 27 países (datos correspondientes a enero de 2016, de Eurostat), como un actor principal llamado a diseñar un modelo europeo basado en una mayor integración, en el espíritu del Tratado de Roma, y en un espacio referente de libertad, desarrollo y bienestar social.