Yihadismo en el noroeste sirio
14 junio de 2023
Tras más de una década desde las revueltas sociales que desencadenaron la guerra civil, Siria continúa fragmentada y sumida en un conflicto de baja intensidad en la zona septentrional del país. Allí, los rebeldes aún controlan el último bastión que se opone al régimen del presidente Al Assad: la región de Idlib.
Situada en el noroeste sirio, y lindando con la frontera turca, la gobernación de Idlib fue una de las primeras en unirse al levantamiento de 2011 contra el poder centralista de Al Assad. Desde el inicio de la guerra civil, esta provincia ha sido utilizada como refugio de militantes islamistas y yihadistas; y también se convirtió en un centro de tránsito para muchos de los combatientes extranjeros que viajaron a Siria para unirse a la yihad terrorista, así como en uno de los escenarios más azotados por la guerra.
Actualmente, la comunidad internacional teme que esta ciudad, feudo del grupo Hayat Tahrir al-Sham —Organización para la Liberación del Levante (en adelante, HTS)—, se mantenga como una base de operaciones terroristas para los grupos yihadistas transnacionales.
El bastión rebelde de Idlib
En la última década, la provincia de Idlib ha sido uno de los territorios más castigados por la guerra civil. Además, se convirtió en el refugio para los sirios que huían de las fuerzas gubernamentales, y fue un objetivo fundamental de Daesh en la expansión de su pretendido califato. Por todo ello, hoy sigue siendo una prioridad estratégica para el gobierno sirio, que quiere recuperar la integridad territorial plena; así como para las facciones yihadistas en la región, que buscan apartar del poder en Idlib a la coalición terrorista HTS.
En la actualidad, HTS mantiene su poder dominante en la región. Esta coalición de grupos insurgentes islamistas sunitas se desarrolló a partir de Jabhat al-Nusrah —conocido como «Frente Nusrah»—, la antigua rama de al-Qaeda en Siria. Durante los años iniciales de la insurgencia de Siria, el Frente Nusrah, el autoproclamado Estado Islámico (ISIS) y otras facciones alineadas con estos grupos se enfrentaron abiertamente por el control del territorio y los recursos financieros, así como por su disímil resistencia al régimen del presidente sirio Al Assad. Estas luchas internas llevaron a algunos líderes a cambiar de lealtad. Así, el líder del Frente Nusrah, Abu Muhammad Al Golani, rompió con Al Qaeda en 2016 por desacuerdos estratégicos. Tan solo un año después, el grupo terrorista se fusionó con otros grupos regionales contrarios al régimen para formar HTS. En 2019, estos yihadistas ya controlaban más del 90 % de la provincia de Idlib. A partir de entonces, y como régimen de facto, HTS estableció el «Gobierno de Salvación de Siria», formado por diez ministerios que detentaban un poder absoluto sobre la población local.
A través de este autodenominado gobierno en Idlib, HTS ha levantado un pseudo estado que defiende tener un proyecto pragmático y global, y siguiendo patrones como el de Hamás en la Franja de Gaza, o de Hezbolá en Líbano. Su estrategia consiste en conseguir el apoyo popular y la adhesión a través de la prestación de servicios que el Estado, por incapacidad o por falta de voluntad, no garantiza.
Por otro lado, HTS establece incluso relaciones con gobiernos extranjeros, aboga por coordinarse con la misión de ayuda dirigida por la ONU, y busca abrir vías comerciales terrestres con distintas áreas controladas por el régimen sirio. Asimismo, Al Golani, se esfuerza por distanciar a HTS de sus orígenes de al-Qaida, difundiendo un mensaje de pluralismo y tolerancia religiosa.
Así, en su discurso, el líder de HTS se centra en enfocar los objetivos del grupo en intereses políticos tácticos y, desde que consolidó su poder en Idlib, ha persistido en evitar el aislamiento internacional y su reputación terrorista en Occidente, al tiempo que intenta construir relaciones indirectas con países extranjeros. Además de centrarse en la seguridad, Al Golani dirige la economía local, con el control ilícito de pasos fronterizos, del comercio de petróleo, trigo y algodón, de la venta de terrenos o de la apertura de casas de cambio. En cuanto al ámbito social, ejerce un poder absoluto sobre los medios informativos, a través de una agencia de medios oficial (Agencia de Noticias Ebaa), cuya narrativa imperante es insistir en los avances en defensa y la justificación pública de sus proyectos. Por otra parte, HTS ha practicado un acercamiento a las comunidades no musulmanas en Siria, como cristianos o drusos.
Desde hace años, hay evidencias de que HTS se ha distanciado la yihad transnacional y se ha comprometido con la persecución de las células del autodenominado Estado Islámico (en adelante, ISIS) y de al-Qaeda, así como de otros yihadistas presentes en la región. No obstante, y a pesar de sus acciones, HTS es un grupo designado terrorista por la ONU, y muchos describen la región como un santuario de al-Qaeda o de ISIS; mientras, a otros, les preocupa una posible connivencia entre HTS e ISIS. De hecho, los líderes de ISIS Abu Bakr al-Baghdadi y Abu Ibrahim al-Hashimi al-Qurashi fueron neutralizados por EEUU en Idlib.
El pulso turco-ruso en Idlib
La política antagónica de Turquía y Rusia en Siria ha agudizado el conflicto, toda vez que ambos actores apoyan a diferentes bandos del conflicto. Rusia, firme aliada del presidente Al Assad, quiere que el régimen garantice su soberanía nacional en todo el país. Mientras que para Turquía, impedir la expansión del conflicto, controlar el flujo de refugiados, además de contener el avance kurdo y el terrorismo yihadista, son aspectos de vital trascendencia. Así, ambos países han mantenido un pulso en la región norte de Siria, han apoyado a facciones contrarias o, incluso, han patrocinado a grupos locales.
En mayo de 2017, el acuerdo entre Rusia, Irán y Turquía permitió que la gobernación de Idlib se convirtiese, en cierto modo, en un área de «desescalada». Por entonces, se estipuló el cese de las hostilidades y, con ello, mejoró el acceso humanitario. Sin embargo, las fuerzas gubernamentales sirias continuaron con las operaciones militares en la región, cuya mitad recuperaron a mediados de 2018. Poco después, en septiembre y en la ciudad rusa Sochi, Rusia y Turquía acordaron establecer una zona desmilitarizada en partes de la provincia de Idlib, que colapsó en 2019 tras la escalada militar del gobierno sirio con apoyo ruso.
Finalmente, a partir de febrero de 2020, las hostilidades aumentaron y las líneas del frente cambiaron rápidamente. Un alto el fuego negociado por Rusia y Turquía resultó en el patrullaje conjunto de un corredor de seguridad al sur y al norte de la autopista M4. A pesar de ello, y tan solo un mes después del acuerdo, funcionarios rusos ya denunciaban que los militantes antigubernamentales no estaban cumpliendo con el alto el fuego.
Ayuda humanitaria
El devastador terremoto que asoló Siria y Turquía el pasado febrero puso de manifiesto la frágil situación de la región rebelde de Idlib. En un primer momento, se obstaculizó la ayuda a las víctimas de la ONU y la UE por las disputas de poder: unos alegaron el bloqueo de HTS en los cruces de acceso a la ayuda; y otros acusaron a Damasco y sus aliados, que evitaron proporcionar demasiada ayuda humanitaria porque podría fortalecer el liderazgo de HTS.
Por último, el reciente posicionamiento de Siria en el tablero regional y su progresiva reintegración entre sus vecinos árabes podría cambiar este conflicto, que sigue enquistado en la norte del país. En la actualidad, en esta región habitan 4,5 millones de personas, de los cuales 3 millones se encuentran en situación de necesidad y 2,9 millones son desplazados internos (1,9 millones viven en campamentos). Con todo, hasta que no se resuelva de forma definitiva el conflicto, esta dramática situación humanitaria seguirá siendo extremadamente frágil y podría empeorar aún más.