22/04/2021
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Día de la Tierra: la urgencia de gestionar el cambio climático
22 de abril de 2021
Desde 1970, la Tierra tiene su Día en el calendario. Aquel año, y especialmente en Estados Unidos, distintos eventos en favor del medio ambiente marcaron un importante punto de inflexión en la conciencia mundial sobre los problemas ambientales que sufría el planeta. En 2009, y como consecuencia del creciente interés por el cuidado del nuestro mundo, Naciones Unidas (ONU) proclamó el “Día Internacional de la Madre Tierra” como una efeméride oficial que se celebraría cada 22 de abril.
En sus palabras para rememorar el Día de la Tierra, el secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres subrayaba la necesidad de llevar a cabo una acción climática ambiciosa para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C, reducir la contaminación, adoptar medidas más contundentes para proteger la biodiversidad y crear economías circulares que generen menos desecho. Con este objetivo mundial —concluye—, «comprometámonos todos a trabajar con ahínco para restaurar nuestro planeta y hacer las paces con la naturaleza».
Con todo, el objetivo de esta conmemoración es concienciar a la Humanidad sobre la situación que ha generado la propia sociedad durante las distintas fases de desarrollo industrial y tecnológico; la deforestación y agricultura a gran escala desde mediados o finales del siglo XIX, que han desembocado en problemas de superpoblación, pérdida de biodiversidad, contaminación, escasez de agua y muchas otras preocupantes situaciones ambientales.
La Cumbre de París, por el multilateralismo ambiental
Actualmente, todos estos fenómenos están interconectados y multiplicados por la incidencia de los efectos y las consecuencias adversas del cambio climático que, desde hace años, marcan las políticas nacionales e internacionales sobre el medio ambiente; y también deben estar presentes en el imaginario colectivo de toda la población mundial. En muchas ocasiones, y especialmente desde la Cumbre de París de 2015 (COP-21), estas políticas son fiel reflejo de los avances o retrocesos de un multilateralismo que pretende conseguir, por un lado, reducciones suficientes de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y, por otro, una adaptación oportuna y suficiente a los cambios que son inevitables, con el objetivo de alcanzar un mundo resiliente. Sin embargo, en los últimos años este objetivo internacional se ha visto condicionado por las decisiones unilaterales de algunos de los actores de mayor peso en el panorama internacional.
En la COP-21, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU presentó su quinto informe, en el que subrayaba una conclusión determinante: el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes. Años después, en 2018, el Grupo publicó un informe especial sobre el grave impacto negativo de un calentamiento global superior al 1,5°C respecto a la era preindustrial; y que, para conseguir limitarlo a esta nivel, era necesario consensuar e implantar políticas internacionales cada vez más ambiciosas, además de acometer cambios rápidos y de gran alcance. Desde entonces, las conclusiones del informe han sido refrendadas por los sucesivos informes de la Organización Meteorológica Mundial.
Ahora que la pandemia de la COVID-19 azota al mundo, la necesidad de acción en pro de un multilateralismo ambiental reforzado se hace aún más evidente. En especial, porque cada vez hay más evidencias de que el incremento de las enfermedades zoonóticas está impulsada por la degradación del medio ambiente natural debido a, entre otros factores, la explotación de los suelos y la vida silvestre, la extracción de recursos o el cambio climático; y atender a todos ellos es fundamental para prevenir próximas pandemias.
Mientras el mundo espera la celebración de la próxima COP-26 (prevista del 1 al 12 de noviembre, en Glasgow), el presidente Joe Biden ha decretado el regreso de Estados Unidos al panorama internacional como promotor del multilateralismo ambiental. Como muestra de ello, ha convocado un encuentro virtual de 40 líderes mundiales —que se celebra hoy 22 y mañana 23 de abril, y al que asiste el presidente del Gobierno de España— para relanzar las negociaciones en este ámbito, y cuyas conclusiones definitivas se conocerán en Glasgow. En la COP-26, el objetivo prioritario es que la mayoría de países se comprometan a elevar sus objetivos de reducción de emisiones contaminantes, como ya lo está la Unión Europea.
España, como refleja la Estrategia de Seguridad Nacional, lleva años volcada en fomentar una buena gestión del medio ambiente; y se presenta al encuentro convocado por Biden en el marco de las políticas de la UE en este ámbito. Esta reunión internacional llega en un momento importante para España, cuando se encuentra pendiente de la aprobación definitiva de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, cuyo anteproyecto ya ha sido aprobado por las Cortes Generales y está alineada con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030. Esta Ley establecerá los objetivos para alcanzar la plena descarbonización de la economía antes del año 2050; al tiempo que planteará cómo prepararnos para los impactos negativos del cambio climático.
22 de abril de 2021
Desde 1970, la Tierra tiene su Día en el calendario. Aquel año, y especialmente en Estados Unidos, distintos eventos en favor del medio ambiente marcaron un importante punto de inflexión en la conciencia mundial sobre los problemas ambientales que sufría el planeta. En 2009, y como consecuencia del creciente interés por el cuidado del nuestro mundo, Naciones Unidas (ONU) proclamó el “Día Internacional de la Madre Tierra” como una efeméride oficial que se celebraría cada 22 de abril.
En sus palabras para rememorar el Día de la Tierra, el secretario general de Naciones Unidas Antonio Guterres subrayaba la necesidad de llevar a cabo una acción climática ambiciosa para limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 °C, reducir la contaminación, adoptar medidas más contundentes para proteger la biodiversidad y crear economías circulares que generen menos desecho. Con este objetivo mundial —concluye—, «comprometámonos todos a trabajar con ahínco para restaurar nuestro planeta y hacer las paces con la naturaleza».
Con todo, el objetivo de esta conmemoración es concienciar a la Humanidad sobre la situación que ha generado la propia sociedad durante las distintas fases de desarrollo industrial y tecnológico; la deforestación y agricultura a gran escala desde mediados o finales del siglo XIX, que han desembocado en problemas de superpoblación, pérdida de biodiversidad, contaminación, escasez de agua y muchas otras preocupantes situaciones ambientales.
La Cumbre de París, por el multilateralismo ambiental
Actualmente, todos estos fenómenos están interconectados y multiplicados por la incidencia de los efectos y las consecuencias adversas del cambio climático que, desde hace años, marcan las políticas nacionales e internacionales sobre el medio ambiente; y también deben estar presentes en el imaginario colectivo de toda la población mundial. En muchas ocasiones, y especialmente desde la Cumbre de París de 2015 (COP-21), estas políticas son fiel reflejo de los avances o retrocesos de un multilateralismo que pretende conseguir, por un lado, reducciones suficientes de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) y, por otro, una adaptación oportuna y suficiente a los cambios que son inevitables, con el objetivo de alcanzar un mundo resiliente. Sin embargo, en los últimos años este objetivo internacional se ha visto condicionado por las decisiones unilaterales de algunos de los actores de mayor peso en el panorama internacional.
En la COP-21, el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de la ONU presentó su quinto informe, en el que subrayaba una conclusión determinante: el cambio climático es real y las actividades humanas son sus principales causantes. Años después, en 2018, el Grupo publicó un informe especial sobre el grave impacto negativo de un calentamiento global superior al 1,5°C respecto a la era preindustrial; y que, para conseguir limitarlo a esta nivel, era necesario consensuar e implantar políticas internacionales cada vez más ambiciosas, además de acometer cambios rápidos y de gran alcance. Desde entonces, las conclusiones del informe han sido refrendadas por los sucesivos informes de la Organización Meteorológica Mundial.
Ahora que la pandemia de la COVID-19 azota al mundo, la necesidad de acción en pro de un multilateralismo ambiental reforzado se hace aún más evidente. En especial, porque cada vez hay más evidencias de que el incremento de las enfermedades zoonóticas está impulsada por la degradación del medio ambiente natural debido a, entre otros factores, la explotación de los suelos y la vida silvestre, la extracción de recursos o el cambio climático; y atender a todos ellos es fundamental para prevenir próximas pandemias.
Mientras el mundo espera la celebración de la próxima COP-26 (prevista del 1 al 12 de noviembre, en Glasgow), el presidente Joe Biden ha decretado el regreso de Estados Unidos al panorama internacional como promotor del multilateralismo ambiental. Como muestra de ello, ha convocado un encuentro virtual de 40 líderes mundiales —que se celebra hoy 22 y mañana 23 de abril, y al que asiste el presidente del Gobierno de España— para relanzar las negociaciones en este ámbito, y cuyas conclusiones definitivas se conocerán en Glasgow. En la COP-26, el objetivo prioritario es que la mayoría de países se comprometan a elevar sus objetivos de reducción de emisiones contaminantes, como ya lo está la Unión Europea.
España, como refleja la Estrategia de Seguridad Nacional, lleva años volcada en fomentar una buena gestión del medio ambiente; y se presenta al encuentro convocado por Biden en el marco de las políticas de la UE en este ámbito. Esta reunión internacional llega en un momento importante para España, cuando se encuentra pendiente de la aprobación definitiva de la Ley de Cambio Climático y Transición Energética, cuyo anteproyecto ya ha sido aprobado por las Cortes Generales y está alineada con el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima (PNIEC) 2021-2030. Esta Ley establecerá los objetivos para alcanzar la plena descarbonización de la economía antes del año 2050; al tiempo que planteará cómo prepararnos para los impactos negativos del cambio climático.