02 de junio 2020
Repercusión de la COVID-19 en los Conflictos Armados
El 23 de marzo, en los inicios de la pandemia, el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, hizo un llamamiento para el cese de los conflictos en todo el planeta, y centrarse en la lucha contra la pandemia. En abril, volvió a reclamarlo porque «lo peor está por venir». Afirmó que aunque «un número considerable de partes en conflicto han expresado su aceptación de la llamada» (Camerún, República Centroafricana, Colombia, Libia, Myanmar, Filipinas, Sudán del Sur, Sudán, Siria, Ucrania y Yemen), «existe una gran distancia entre las declaraciones y los hechos», y muchos conflictos siguen activos. En esta línea, el 27 de mayo, Antonio Guterres declaró que «la pandemia está amplificando y explotando las fragilidades de nuestro mundo. El conflicto es una de las mayores causas de esa fragilidad".
Datos COVID 19/OMS a 31 de mayo 2020
Impacto en conflictos en Oriente Medio
En Irak (5.900 infectados/182 muertes), las instituciones estatales aumentan su fragilidad por la caída de los precios del petróleo –los ingresos del crudo, que constituyen el 90% del presupuesto Estado, se han reducido casi a la mitad–, y la infraestructura sanitaria del país no está en condiciones de gestionar un incremento de la expansión de la COVID-19. En cuanto al terrorismo yihadista, Daesh pretende aprovechar el repliegue de tropas de Estados Unidos y sus aliados en la coalición a causa del coronavirus. Después de cinco meses de parálisis política, el 5 de mayo, Irak eligió un nuevo primer ministro, un ex-jefe de inteligencia respaldado por EEUU.
Respecto a Irán (146.700 infectados/7.700 muertos), mantiene su coalición con Irak, Siria y Rusia para luchar contra Daesh, mientras los yihadistas amenazas con incrementar sus ataques contra las milicias chiíes desplegadas en Siria e Irak. Por otro lado, el 27 de mayo, Irán ha celebrado la sesión inaugural de su nuevo Parlamento, después de que los candidatos conservadores ganaran las elecciones celebradas en febrero. Respecto a la expansión del COVID 19, con el país funcionando sin restricciones, el ministro de Salud ha advertido que puede haber "un repunte peligroso en cualquier momento".
En cuanto a Afganistán (14.400 infectados/ 248 muertos), las medidas para controlar la COVID 19 están exacerbando la vulnerabilidad económica, y los repatriados de Irán y Pakistán –supuestos focos de infección son ahora estigmatizados. Tras de la firma del acuerdo entre EEUU y los talibanes el pasado 29 de febrero, las negociaciones entre las partes afganas enfrentadas están estancadas por bloqueo político. La precariedad sanitaria y la forma de vida amenazan con convertir al país en una incubadora del virus.
En Yemen (287 infectados/66 muertos), Naciones Unidas alertó de que existe "una probabilidad muy real" de que el virus se esté propagando sin ser detectado, en un país devastado por la guerra y con un sistema sanitario colapsado. «A pesar de la pandemia, las partes en guerra en el Yemen no trabajan juntas para hacer frente a esta crisis. En lugar de ello, la violencia y el conflicto armado continúan», según la Plataforma de la Sociedad Civil para la Construcción de la Paz y el Estado (CSPPS)
Impacto en conflictos en África
En Libia (118 infectados/5 muertos), tras la ofensiva del mariscal Haftar en enero, los combates tendrán repercusión en la gestión de la pandemia. Las acciones militares han atacado infraestructuras sanitarias, también en Trípoli. Además, miles de migrantes y solicitantes de asilo están confinados en campamentos cerrados, sin asistencia sanitaria alguna y afectados por ataques armados. Turquía sigue prestando apoyo militar al Gobierno de Acuerdo Nacional para detener a las fuerzas de Haftar.
Respecto a la situación en el Sahel Occidental, los países del G5 Sahel más afectados por el conflicto (Mauritania: 423 infectados/20 muertos, Mali: 1.200/473, Burkina Faso: 847/53, Chad: 759/65 y Níger: 955/64) continúan su lucha contra los grupos terroristas que, indiferentes a la propagación de la pandemia, siguen llevando a cabo ataques contra las fuerzas armadas y la población civil.
Las filiales de Al-Qaeda y Daesh en la región reconocen la amenaza que representa la enfermedad COVID-19, y afirman que utilizarán la agitación global para reclutar nuevos miembros, explotar la situación a su favor y realizar ataques. Sin embargo, el número de ataques en el mes de marzo ha disminuido respecto al mes anterior.
Por otro lado, los conflictos armados y los ataques contra civiles han provocado el desplazamiento de casi 3 millones de personas, un millón de las cuales desde enero de 2019. Además, 5 millones de personas sufren de escasez de alimentos. Debido al cierre parcial o total de las fronteras por la pandemia, ACNUR teme que estas medidas provoquen que personas que necesitan protección internacional intenten cruzar las fronteras de manera aún más peligrosas.
Más al sur, el grupo yihadista Boko Haram se burla de las medidas de seguridad tomadas por los gobiernos –en particular, el de Nigeria (9.300 infectados/261 muertos)– para hacer frente a la pandemia, y recalca que entre sus miembros no ha habido contagiados. El 23 de marzo, Boko Haram llevó a cabo un ataque en Lago Chad contra fuerzas militares chadianas: el más mortífero del grupo terrorista fuera de las fronteras nigerianas. En Camerún (5.400 infectados/177 muertos) el número de atentados yihadistas se ha reducido en marzo tras el repunte de febrero, pero el gobierno sigue luchando contra los grupos rebeldes, especialmente en la zona anglófona en el oeste del país.
En Somalia (1.800 infectados/72 muertos), Al-Shabaab ha intensificado sus ataques, que pueden interrumpir las intervenciones organizadas para contrarrestar la propagación de la pandemia en el país. Además, y por la violencia yihadista, el sistema nacional de salud está destruido. Se prevé que Al Shabaab no atienda al llamamiento para cesar los atentados e impida que la asistencia llegue a las comunidades necesitadas.
Por último, en República Democrática del Congo (2.800 infectados/68 muertos), la llegada de COVID-19 se une a los últimos brotes de la epidemia del Ébola, que no ha podido declararse aún como terminada. En cuanto al conflicto, casi 70 grupos rebeldes están activos en el este del Congo, y están utilizando esta crisis sanitaria –incremento de los ataques– para ganar fuerza en ciertas áreas o apoderarse de los beneficios de la minería. Por otro lado, la inseguridad está creciendo por la disminución de la actividad de la misión de Naciones Unidas MONUSCO.